Querido
William:
He
decidido mudarme a Lakewood, me había estado resistiendo a irme a
vivir allí donde estaré lejos de todos los amigos de la familia.
Como te había contado en mi carta anterior los chicos tampoco
querían irse, aquí ellos se divierten mucho juntos. Supongo que
estarás enterado de todo lo que hacen aquí.
Sin embargo la semana pasada Anthony le pidió al Chofer que lo
llevara a la Mansión de Lakewood, podrás imaginarte como me puse
cuando me dijeron que nadie sabía donde estaba, mi angustia se
aminoró un poco cuando me dijeron que el Chofer lo había llevado,
mi corazón descansó por unos instantes pero conforme el sol iba
ocultando empecé a sentirme de nuevo preocupada.
Cuando llego a casa era ya de noche “¿Ha donde has ido?” le
pregunté y el me contestó si temor alguno y con una sonrisa en la
boca “Fui a visitar a Mamá”. Ya sabrás como reaccioné, Anthony
nunca se queja, su Padre tiene meses desde la última vez que lo
visitó, pensé que él estaba feliz, pero cuando lo vi, a los ojos
supe, él estaba triste y fue a ver la tumba de Pauna, se me partió
el corazón y no pude retarlo.
Después de ese día empezó a insistir mucho acerca de querer irse a
vivir a Lakewood, pero no sólo es él, parece que algo les pasó a
los muchacho, incluso a Archie que era el más renuente en
abandonar Chicago ahora se muestra feliz con la idea.
A mí me tenían francamente sorprendida así que le pregunté a
Anthony su motivo que lo había hecho cambiar de opinión, ¿sabes
que respondió? “Una hermosa sonrisa, después del sufrimiento,
motivarían hasta una roca”. La verdad hasta el momento no sé que
quiso decir con eso, pero ya no le pregunté más.
Ante la gran insistencia, ya no puedo retenerlos aquí durante
mucho más tiempo, así pues te informó que hoy mismo salieron una
gran parte de la servidumbre para dejar acondicionada la mansión
en Lakewood.
Por otro lado estoy escribiendo a la familia Leegan para avisarles
de nuestra llegada, que esta programada para el fin de semana.
Espero contar con tu beneplácito.
Besos y
abrazos
Tu tía
Elroy Andley.
Por Alejandra Maraveles
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