por Alejandra Maraveles
Anthony era el chico que
siempre veía pasar todos los días, el trabajaba en el mismo lugar donde
yo lo hacía… Cada vez que pasaba lo miraba con embeleso, pero mi propia
timidez me hacía bajar la mirada cuando él volteaba su cara hacía mí y
fingía estar muy concentrada en lo que hacía.
Si… Anthony Brown, uno de
los herederos de una de las familias más prominentes de la ciudad y dueña
de la empresa donde trabajaba… ¿cómo podía aspirar a que él me notara? Yo
había entrado hacía solo unos meses, desde la primera vez que lo vi me
dedicó una sonrisa, sin embargo a todos les dedicaba sonrisas, siempre
tenía tiempo para saludar a los demás no importando lo apurado que
estuviera.
¿Cuántas veces no lo veía
ir hasta su carro? Yo caminaba lentamente para poder observarlo aunque
fuera de lejos, no obstante cada día se me hacía más difícil dejar de
pensar en él. Todos los días ansiaba verlo, yo me percataba inmediatamente
cuando había salido de viaje, no tenía que preguntárselo a alguien para
saberlo, el día que no pasaba por el pasillo saludando era evidente que
había salido de la ciudad.
Ese día yo no me sentía muy
bien, el trabajo se había acumulado y no lo había visto en días, debía
estar de viaje de nuevo, y la presión era exagerada… “Eso tiene que salir
para el día de hoy” me había gritado mi jefa. Yo sólo había asentido con
la cabeza y me estaba dedicando a eso.
“Cómo me gustaría verlo”
pensaba a medida de que las horas pasaban, nunca me decía más que un
“Buenos días” al tiempo que sonreía, pero yo sentía que lo amaba y no
verlo junto con toda la presión del trabajo me hacía sentir muy decaída.
Cuando estaba a punto de
salir, (unas cuantas horas después de lo normal) preparaba mi bolso y
apagaba los equipos antes de poder irme. Estaba muy cansada, sentía que
los párpados se cerraban y sentía fastidio porque sabía que el día
siguiente sería similar al que estaba por terminar. Miraba hacía dentro
de mi cajón y no me percaté de que había alguien mirándome.
“Hola ¿Qué tal?” dijo la
voz de esa persona, la voz que yo ansiaba escuchar todos los días y la
cual tenía cerca de una semana que no oía. Levanté la vista… y allí
asomado sobre la división de los escritorios estaba Anthony…
- ¿Tan tarde aquí?
- me preguntó
- Si - dije
tontamente sintiendo que mis mejillas se sonrojaban.
- No entiendo eso -
dijo con un dejo de enfado - ¿Por qué siempre hacen que las personas se
queden hasta tan tarde?
- No lo se -
contesté escuetamente aunque en mis adentros me reprochaba por no saber
decir algo inteligente.
- ¿Y tus jefes?
- Hace dos horas
que se fueron todos - le informé.
- Esto es peor aún…
ellos deben de estar en sus casas mientras que tú aquí sacando el trabajo
- dijo con desaprobación.
Yo solo me limité a sonreír
débilmente, lo que me decía era lo que yo pensaba casi todos los días,
era inaudito que todos los días pasara lo mismo.
- Vamos hay que
irnos ya - me dijo amablemente y esperó a que apagara todo para salir.
Empecé a caminar a su lado,
en ese momento me di cuenta de que nunca había estado tan cerca de él, yo
soy de estatura media, sin embargo a su lado me sentía aún más pequeña,
era muy alto, pero consciente de que sus pasos eran más largos lo hacía
muy lentamente para que yo pudiera ir junto a él.
Salimos del edificio y
teníamos que atravesar los jardines para llegar al estacionamiento, ese
recorrido lo había hecho miles de veces, pero ese día me pareció mágico,
las flores parecían saludarme y decirme al mismo tiempo “él es el hombre
de tu vida”
La plática la llevaba él,
yo seguía contestando con monosílabos, y me seguía sintiendo enojada
conmigo misma por no poder hablar como lo hago normalmente, solo sentía mi
corazón latir tan fuertemente que ni siquiera levantaba la cara.
Pronto llegamos a donde
estaba su carro, el mío estaba al final del estacionamiento, habría tenido
que caminar por otros diez minutos antes de llegar allí.
- Bueno, supongo
que nos veremos mañana - dije simplemente.
- ¿No tienes
hambre? - me preguntó él con una amplia sonrisa.
Hubiera querido decir no,
pero mi estómago comenzó a rugir y sentí una pena horrible.
- Veo que si tienes
- me dijo riendo.
- Si, no pude salir
a comer, porque tenía que terminar lo que estaba haciendo.
- Muy mal - dijo él
- ven, te llevaré a un restaurante aquí cerca, esta muy lindo.
En ese momento sentí un
vuelco en el corazón “¿acaso me estaba invitando a comer o mejor dicho a
cenar?” Me hablaba con mucha naturalidad pero yo me sentía cohibida… “¿Por
qué me vuelvo tan torpe cuando alguien me gusta?” pensé con desazón.
- ¿O tienes algo
que hacer? - me preguntó ante mi indecisión.
- No, para nada -
conteste rápidamente.
- Entonces, sube -
me dijo, al tiempo que abría la portezuela del carro.
Me quedé mirando el carro,
un fino carro con asientos de piel, con cuidado me subí y el cerró
gentilmente la puerta y después subió a mi lado.
Encendió el carro y en ese
momento una melodía en su estéreo comenzó a sonar.
- ¡OH me encanta
esa canción! - dije casi sin pensar.
- ¿En serio? - me
preguntó él - es uno de mis grupos preferidos.
- Mío también -
dije sacando el disco de mi bolsa, en ese momento el me enseñaba el mismo
disco o mejor dicho el empaque del disco que sonaba.
- ¡Tenemos los
mismos gustos! - dijo él riendo y yo para sorpresa mía comencé a reír sin
preocuparme.
Pronto llegamos a un lindo
restaurante, no era el más lujoso o el más bonito que haya visto, pero
definitivamente la compañía que tenía no podía ser sino la mejor.
Entramos al restaurante y
él me preguntó si podía ordenar por los dos. Ordenó una rica comida,
después de agotar el tema del grupo musical, me empezó a hacer preguntas
sobre mi, lamentablemente no podía darle respuestas muy interesantes, mi
vida era más común y ordinaria de lo que me hubiera gustado decirle. El me
dijo que había estado viajando mucho y que acababa de regresar de un viaje
a Inglaterra pero que necesitaba unas cosas que había dejado en la oficina
y que por eso había regresado. Yo me mostré muy interesada. Anthony además
de guapo y amable, era una persona muy agradable, platicaba conmigo como
si me conociera de toda la vida.
Además me confesó que yo le
gustaba mucho, cuando me lo dijo yo me quedé sorprendida, me dijo que
pensaba que a mí me caía mal, porque siempre bajaba la miraba cuando él me
quería sonreír. Otra vez sentí rabia conmigo misma. Toda esa timidez lo
había ahuyentado por mucho tiempo.
- Antes de que te
conociera no solía pasar mucho por el pasillo donde trabajas.
- Supongo que
tenías que hacerlo para llegar a la copiadora - me refería a la copiadora
que estaba a dos pasos de mi escritorio.
- No, no tengo que
hacerlo, tengo mi propia copiadora - dijo riendo.
En ese momento mi corazón
pareció salirse de mi cuerpo, de tan rápido que latió. Y que también me
veía cuando lo seguía… y que se iba lo más lento que podía para que lo
alcanzará pero yo hacía lo mismo así que nunca lograba alcanzarlo. Me di
cuenta de que todo lo que había hecho no había servido sino para hacerle
pensar que no me interesaba. Y que mientras estaba en Inglaterra había
pensado en como acercarse a mí y que no había esperado encontrarme tan
tarde en la oficina.
Ante tales declaraciones me
empecé a abrir y a contarle que todo lo que hacía era porque era una
tonta…
- No. No digas eso
- me dijo él - creo que a todos nos cuesta acercarnos a quien nos gusta de
manera especial, yo también debí ser más directo.
Definitivamente cada cosa
que decía me dejaba impactada. La cena terminó y regresamos al
estacionamiento, porque yo tenía que recoger mi carro, antes de que yo
abriera la puerta él había corrido para hacerlo y ayudarme a bajar del
carro. El estacionamiento lucía más oscuro que otras veces, entonces me
percaté que una de las lámparas estaba fundida.
- Alejandra - me
dijo Anthony mientras nos acercábamos a mi carro - me gustaría poder
seguir saliendo contigo.
- ¿En serio? -
pregunté de nueva cuenta haciendo gala de mi torpeza.
- Claro - me
contestó él - ¿te agradaría?
- Me encantaría -
le contesté
Se acercó a mi para
besarme, y yo en mi torpeza había volteado la cara y el besó cayó en mi
mejilla. Me volví a sentir algo tonta, pero entonces el tomó mi cara con
una de sus manos y me besó profundamente.
Yo sentí que mis rodillas
flaqueaban, pero él me abrazó y me dio otro beso más cortó pero igualmente
tierno. Casi sin poder caminar subí al carro al tiempo que el cerraba la
portezuela.
- Nos vemos mañana
- me dijo.
Yo no quería alejarme,
sentía que era un sueño y que cuando me fuera todo terminaría. Pero tuve
que hacerlo, el se quedó viendo como me alejaba, “ya pasó todo” pensé
todavía creyendo que era un sueño, pero en eso sonó mi celular.
Rápidamente me coloque el audífono y escuche su voz.
- Sólo quería
decirte que pase una noche muy agradable - me dijo - me hablas en cuanto
llegues a tu casa.
En definitiva… hasta ese
día era oficialmente la mejor cita que había hasta el momento...
Fin
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