Por Alejandra Maraveles
Capítulo Uno: Chocolates
Recorría las calles, al tiempo
que miraba hacía atrás, ¿habría sido capaz de seguirla? Hubiera
sido un desvergonzado… aunque en ese momento que lo pensaba mejor,
ese tipo siempre había sido un desvergonzado, aunque hasta esa
noche no se había dado cuenta.
“Todos son iguales” pensó con
desazón, ¿cómo era posible que siempre ocurriera lo mismo? Conocía
a alguien y al principio todos parecían encantadores,
prácticamente príncipes caballerescos que iban a recatarla de la
más cruel soledad, pero que al dar la espalda se convertían en
déspotas y desalmados dictadores cuya voluntad se tenía que seguir
aunque fuera humillante para los demás.
No, ya no creía en príncipes,
esa había sido la última vez que alguien se iba a burlar de ella.
Pasaba frente a una famosa
chocolatería, la famosísima A……; Como si fuera atraída por un imán
se acercó a ella, el delicioso aroma le hizo recordar la dura
dieta a la que había sometido durante los últimos meses para darle
gusto al tipo ese, del que ahora ni su nombre hubiera querido
recordar.
Tanto tiempo se había privado de
comer lo que más le gustaba, había bajado a base de mucho esfuerzo
los kilos que después de la adolescencia parecían haberse quedado
pegados a sus muslos y sus caderas.
“Soy una idiota” pensó “Mira
que hacer semejante sacrificio por ese remedo de hombre”
Decididamente entró por la
puerta, tomó una pequeña charola y comenzó a colocar de todo tipo
de chocolates en ella, amargos, semiamargos, blancos, dulces, con
relleno, suaves y en chispas… una montaña de ellos a punto de
desbordarse, no obstante ni uno cayó al suelo mientras recorría la
estantería de la tienda, con maestría logró depositar la charola
al mostrador en la parte de la caja.
-
Buenas tardes – dijo la
dependiente, aunque quizá un “buenas noches” habría sido más
apropiado. El sol se había ocultado ya y las luces de los
establecimientos que daban a la calle comenzaban a prenderse.
-
Buenas… - contestó
secamente
-
¿Desea que se los
envuelva como regalo?
-
No – dijo ella – quiero
que los coloque en una bolsa de papel, sin sellar…
-
¿Sin sellar? – preguntó
la muchacha
-
Si, sin sellar…
La muchacha tomó los chocolates
y los llevó a la parte del fondo del mostrador, donde una balanza
descansaba sobre una elegante mesa de madera. Con cuidado colocó
los chocolates para pesarlos. Ella la miraba con detenimiento…
-
¿Es que piensa comerse
eso en el camino? – preguntó un joven rubio y alto, interrumpiendo
sus pensamientos.
Lo volteó a ver, estaba detrás
de ella en la fila para cobrar, llevaba en su bandeja unos pedazos
grandes de chocolate, a pesar de lo enojada que se encontraba aún,
pudo percatarse que era un hombre muy guapo, no obstante había
determinado no volver a saber de hombres en su vida.
-
Eso, no es de su
incumbencia – contestó ella de mal humor.
“¿Pero quien se cree que es?”
pensó, al tiempo que fruncía el entrecejo.
-
Lamento incomodarla, pero
creo que podría hacerle daño.
-
¿Y quien es usted para
saber que y que no puede hacerme daño? – estalló finalmente – Por
lo que veo usted también lleva chocolates, así que porque no toma
en cuenta su “consejo” y deja de molestar a los demás…
El muchacho enrojeció un poco
ante la actitud de la mujer, y quizá ella habría continuado con la
perorata de no ser que la dependienta llegó con su paquete sin
sellar.
La mujer pagó y comenzó a
caminar hacía la salida de la tienda, y antes de salir alcanzó a
escuchar cuando la dependienta le dijo al muchacho.
-
Pero que señora tan
grosera…
Ella apretó los labios muy
enojada…
-
No es así – contestó él –
Yo fui un entrometido, ella tiene razón, no soy nadie para
cuestionarla…
-
No debió decirle nada, se
le veía de muy mal humor
-
Creo que necesitaba
hablar con alguien.
La mujer decidió seguir su
camino, no le interesaba saber lo que decían de ella a sus
espaldas. “Ay, ahora resulta que me quería ayudar” pensó mientras
caminaba por la acera “de verdad que todos son iguales, solo
quería coquetear con la cajera”
Al atravesar la calle, decidió
echarse a la boca el primer chocolate, cada mordida le sabía a un
pedazo de cielo, era delicioso, ¿es que quizá siempre habían sido
tan deliciosos los chocolates? O tal vez era que desde hacía más
de 10 meses que había comido uno por última vez.
Siguió caminando mientras se
metía uno a uno los chocolates a la boca, así llegó al mirador del
lago, y sintió una punzada de dolor. “Allí le había propuesto
matrimonio, ¿es que acaso hoy día las promesas no significan
nada?” pensó.
Miró su mano, aún llevaba el
anillo de oro con el solitario, si, tan solitario como su corazón.
“¿Por qué dan como compromiso un anillo con una roca? Deberían de
ser dos y cada persona del compromiso llevar uno… Si solo la mujer
lo lleva entonces, ¿esta solo la mujer comprometida?” pensó.
Se quitó el anillo facilidad,
desde hacía más de un mes, que el anillo y ella sostenían una
lucha, el anillo por salirse de su dedo rápidamente adelgazado y
su mano que había estado presta para no perderlo.
Lo sujetó con fuerza, una
lágrima rodó por su mejilla. Suspiró un momento y entonces
pareció recuperar el impulso, tomó vuelo y lo lanzó hacía el lago.
Las lágrimas que hasta minutos antes se anegaban en sus ojos se
dieron rienda suelta y comenzaron a caer copiosamente en memoria
de un anillo tan vacío de significado como el absurdo compromiso
que simbolizaba.
Varias veces en su vida se había
sentido así, estaba enojada, pero más con ella misma, siempre
dejaba que los demás pasara por encima de ella tal vez jamás
encontraría a esa persona que la quisiera como se suponía un
hombre debía querer a una mujer. Las lágrimas no dejaban de rodar
por sus mejillas.
-
¡Jamás me casaré! – se
dijo para sí.
Y en ese momento un retortijón
en el estómago le indicó que los chocolates le habían hecho daño.
Capítulo Dos: Por un engaño
Nunca supo como llegó a su casa,
el dolor del estómago había sido mayor al que podía soportar, una
vez que llegó y tomó el tan conocido, bueno no tan conocido en el
mundo, más si en su casa, el té de su mamá, que era un té de
hierbas que siempre le daba resultado magnífico cuando se sentía
mal.
Ese día volvió a hacer honor a
la fe que ella y toda su familia ponían en el dichoso té.
Lo tomaba ya más tranquilamente
porque ya empezaba a sentir mejoría, cuando su hermana entró a la
cocina.
-
¿Qué haces aquí? – le
preguntó con esa autoridad que solo logran tener los hermanos
mayores.
-
Tomando un té – respondió
-
Ja, ja ¡Que graciosa! Eso
es obvio – mencionó – lo que quiero decir es ¿Qué haces aquí en la
casa cuando deberías estar trabajando?
-
Ahhh, eso – dijo ella.
-
¡Perla! – gritó su
hermana – No estoy jugando
-
Renuncié ¿Satisfecha?
-
¿cómo que renunciaste?
-
Si, renuncié ¿Es tan
difícil de creer?
Su hermana la miró entornando
los ojos, parecía un tanto asombrada.
-
¿Estas bromeando? –
preguntó finalmente
-
¿Por qué habría de
hacerlo?
-
No se, quizás porque… tu
prometido esta trabajando allí.
-
Acerca de eso… - Perla
guardó silencio unos segundos – El ya no es mi prometido.
-
Perla, has escogido un
muy mal día para tus bromas.
-
No estoy bromeando –
espetó
-
Eso parece – dijo su
hermana – y la verdad, hoy tuve un día muy difícil, quizás
trasladen a mi esposo de ciudad…
Perla suspiró, siempre era
igual, su hermana solía hacer eso, no importando quien hablaba,
ella lo giraba todo a su alrededor y buscaba la manera de ser ella
el centro de atención. Perla esperó con paciencia a que su hermana
relatara su día sabiendo que ella no tendría jamás la oportunidad
de hablar. Durante casi 30 minutos la escuchó hablar sin parar,
cuando vio la bolsa que aún contenían chocolates sin pensar en que
hacía unas horas le habían provocado dolor de estómago, se echó
uno a la boca.
-
¿Pero que estas haciendo?
– espetó su hermana interrumpiendo su monólogo.
-
¿Yo? – preguntó un tanto
desconcertada Perla.
-
Sí, tú, acabo de ver que
te metiste un chocolate a la boca.
-
Ahh, sí – dijo ella.
-
¿Y tu dieta?
-
La acabo de dejar…
-
¿Estás loca? ¿cómo puedes
dejarla? Ve lo bien que se te mira en estos días…
-
Ya… ¡Es suficiente! La
dieta fue un error ¿Sabes lo difícil que es hacer dieta cuando
trabajas con comida todo el día?
-
Pero vas muy bien…
-
Suficiente – dijo
tajantemente Perla – No voy a hacer más dieta y punto.
-
A An…
-
¡Cállate! , no quiero
escuchar su nombre.
Su hermana la miró sorprendida.
-
¿Entonces es cierto? –
inquirió su hermana – Realmente terminaste con él.
-
Si – respondió Perla.
-
Pero ¿Por qué?
-
Me engañaba.
-
¿Cómo que te engañaba?,
pero si lo tenías todo el día a tu lado, trabajan juntos.
-
Si lo se…
-
¿Entonces?
-
A veces lo notaba raro, y
a veces desaparecía y no sabía donde se había metido… y luego
empezaron a decir que lo habían visto con Erika..
-
Pero Erika… ella es tu
amiga.
-
Con esas amigas para que
quiero enemigas…
-
¿Por qué? ¿Qué sucedió?
-
Primero comencé a notar
que me evadía, no quería hablar conmigo en mis ratos libres, y de
hecho los últimos meses a pesar de trabajar juntos apenas y lo
veía y nuestra relación se había convertido en una parecida de
larga distancia.
-
¿Larga distancia? – su
hermana alzó una ceja.
-
Sí, sólo de llamadas por
teléfono, le marcaba y él me contestaba aunque eran llamadas
breves, y después ya ni eso, cuando lo hacía, no me contestaba y
luego decía que era porque estaba con clientes y que no podía
atender mis llamadas a cualquier hora.
-
¡Qué mal! – exclamó su
hermana.
-
Entonces ayer por la
tarde conseguí boletos para el concierto de R…
-
¡Oh!, pero si los boletos
se acabaron en solo unos minutos.
-
Sí, yo fui de las
afortunadas en conseguir boletos.
-
Pero los dieron a precio
de oro, ¿de dónde sacaste el dinero?
-
Los compré con la tarjeta
de crédito…
-
¡Oh Dios! – su hermana se
veía un tanto afligida.
-
En fin, durante todo el
día lo había tratado de localizar, le marqué tantas veces que para
la hora del de descanso, mientras comía con Erika la batería de mi
teléfono finalmente se agotó, así que se me hizo fácil pedirle el
suyo y entonces le marqué.
-
¿y?
-
Pues la primera cosa
rara, al primer intento entró la llamada, pero allí no acabó el
asunto, sino como contestó “Hola amorcito” saludó. En ese momento
le iba a reclamar de mala gana que desde cuando me decía así, pero
entonces caí en la cuenta de que no le estaba hablando de mi
teléfono sino de otro y no cualquiera sino del que pertenecía a
Erika…
Su hermana se llevó la mano a la
boca y la miró con tristeza. Perla bajó la mirada y continuó.
-
No supe que decir, así
que guardé silencio, mientras en la línea repetía una y otra vez
“¿paso algo chiquita? ¿Te sientes bien? ¿le pasó algo al bebé?
-
¿Al bebé? – la hermana de
Perla había abierto los ojos.
-
Yo me pregunté lo mismo,
miré a Erika y mis ojos se desviaron a su vientre, hacía tiempo
que lo notaba abultado pero creía que porque yo estaba a dieta ya
a todos los veía gordos. Entonces comprendí todo… pero no podía
hablar no podía decir nada. Me levanté de la mesa muy enojada y él
seguía en el teléfono “Erika, bonita, ¿estás bien? ¿porqué no me
respondes?”. Por lo general yo evitaba ir a su oficina, no quería
encontrarme con sus famosos “clientes” y estropearle algún
negocio, pero en ese momento mi rabia era demasiada así que pronto
llegué a su puerta y entré sin llamar.
-
¿Y que hiciste?
-
Le aventé el teléfono de
Erika a la cara y le comencé a gritar. Le reclamé todo, no podía
creer que me hubiera hecho eso, a unos meses de nuestra boda,
entonces él muy desvergonzado me dijo “no puedo ser de una sola
mujer, entiéndeme cariño”, así que lo abofetee.
-
¡Ese cretino!
-
Si, pues le dije que no
lo quería volver a ver y que era todo, que habíamos terminado… y
ahora estoy triste no solo por esto sino por Erika.
-
¡Esa zorra! ¿Por qué
tendrías que estar triste por ella?
-
Esta esperando un bebé de
ese canalla, y…
-
A ver, ¡espera un
momento! ¿te estas simpatizando con ella? ¡Por amor de Dios Perla!
Esa mujer te quitó a tu prometido y se metió con él y ahora te
preocupas por ella… déjala que haga su vida, lo que pase de ahora
en adelante con ella es su problema no tuyo.
-
Pero…
-
No hay pero que valga… la
única cosa es ¿Qué va a pasar con tu trabajo? Digo, prácticamente
levantaste ese lugar, antes de ti no se le paraban ni las moscas,
tus platillos lo volvieron famoso.
-
Eso no importa ya…
-
Claro que importa,
deberías demandarlo…
-
No lo voy a hacer, lo
único que deseo es no volverlo a ver en mi vida.
Su hermana se llevó una mano a
la cabeza.
-
¿Y que vas a hacer?
-
Pues buscar otro empleo,
necesito pagar esos boletos
-
¿Es que piensas ir a ese
concierto?
-
Claro, no voy a
desperdiciar los boletos solo por ese cretino.
-
Entonces vas a necesitar
conseguir un empleo y rápido. Lamentablemente las cosas no están
fáciles.
-
Créeme, - dijo Perla con
vehemencia – lo conseguiré… no es el único Restaurante en la
ciudad…
Capítulo 3: Buscando trabajo.
Si, para Perla había resultado
fácil decirle a su hermana que había más restaurantes en la
ciudad, pero lo cierto era que los prestigiados tenían a su
personal completo, los que no lo eran temían contratarla porque
sabían que una Chef con la experiencia de Perla, no se conformaría
con poco dinero y proyección.
Dos semanas después de andar
tocando de puerta en puerta comenzaba a desesperarse, ese día,
después de infructíferas entrevistas, había llegado a su casa muy
desanimada, estaba por entrar a su casa cuando vio a su hermana
que estacionaba su coche y bajaba después.
-
Perla – dijo muy
emocionada.
-
Hola, ¿Qué ocurre?
-
Mira esto – dijo al
tiempo que colocaba un periódico en sus manos
Perla abrió el periódico y leyó
detenidamente en la página que le había indicado su hermana, donde
había un anuncio don de se leía:
“White Roses Restorant, solicita
Chef profesional para nueva sucursal”
-
¡Oh! Yo conozco el
restaurante, es de los más elegantes de la ciudad…
-
Si, deberías ir…
-
Mañana son las
entrevistas
-
Esta puede ser la
oportunidad que estabas buscando.
Perla sonrió y se despidió de su
hermana. Una vez en la cama, se sintió emocionada con la esperanza
de encontrar empleo.
Al día siguiente, se despertó
temprano, se arregló, tomó el periódico, subió a su carro y manejó
rumbo al restaurante.
Cuando llegó allí vio una
descomunal fila de gente que estaba aplicando para la oferta de
trabajo.
-
¡Vaya! – exclamó Perla –
Realmente hay mucha gente aquí
Perla se sintió un poco
desanimada, pero no iba a darse por vencida tan fácilmente,
estacionó su carro y se dirigió a la fila, la gente allí hablaba
poco, muchos se veían nerviosos. Perla por el contrario se
encontraba un poco enfadada “Todo esto es culpa de ese tipo, si
hubiera sido diferente, si hubiera cumplido con la promesa que me
hizo, si no me hubiera engañado, no tendría que estar haciendo
fila aquí, estaría trabajando tranquilamente pensando en el menú
del día” Ella lo sabía. Ese restaurante esta a punto de la
bancarrota cuando había llegado allí, gracias a sus creaciones
había ganado buena fama y la gente había empezado a acudir… sin
embargo en ese momento todo eso parecía un lejano sueño.
Pasaron varias horas formada en
la fila, la administradora hacía unas rápidas preguntas y
despachaba a muchos apenas dándoles las gracias, de otros pedía
sus CV y les decía que se comunicarían con ellos. A pesar de esa
rapidez la larga fila tardó mucho en disminuirse, hasta que por
fin llegó el turno de Perla.
-
¿Perla Gutiérrez? ¿Cómo
la Chef de “Le Cuisine”?
-
Si – respondió Perla –
soy yo.
-
Pero yo pensaba que
seguía trabajando allí.
-
Renuncié – le informó
Perla.
-
¿Y quiere trabajar para
nosotros?
-
Si, así es…
-
Buenos déjenos su CV,
seguramente nos comunicaremos con usted… - le dijo la
administradora al tiempo que sonreía abiertamente.
Perla le pasó sus papeles y
salió de allí sin saber si había servido de algo haber estado allí
tantas horas. Antes de llegar a su casa se fue a comprar algunas
cosas para hacer de comer, después de unas horas, llegó a su casa,
abrió la puerta y miró hacía su contestadora… alguien había dejado
un recado, presionó el botón… era la voz de la administradora.
“Por favor preséntese mañana en las oficinas para una entrevista
con el Gerente general”
Sonrió para si, después de todo
era una gran oportunidad. Ese día pudo descansar un poco mejor, al
día siguiente se dirigió a las oficinas del restaurante, a
diferencia del día anterior, ese día no había gente esperando.
Perla tocó a la puerta y la abrió la administradora.
-
Sígame – le dijo mientras
caminaba por un corredor que la llevó hasta una puerta chapada en
roble. Tocó débilmente a la puerta y se alcanzó a escuchar un
“adelante”
Abrió la puerta y Perla entró a
la oficina que si no muy amplia si bastante lujosa, el gerente se
encontraba de espaldas, era muy alto y rubio, cuando dio la
vuelta, Perla sintió que la sangre se le iba a los pies… ¡Era el
muchacho de la chocolatería!
Capítulo 4: El trabajo
perfecto
Perla Bajó la cabeza muy
avergonzada, el carmín de sus mejillas parecía iluminar el lugar.
El joven sonrió y bajó un poco su cabeza tratando de encontrarse
con la cara de Perla.
-
Entonces los dejo – dijo
la administradora
Perla alcanzó a escuchar cuando
la puerta se cerró.
-
Siempre había tenido
ganas de conocer a la chef de “Le cuisine”, se volvió famosa en el
medio.
-
¿Yo? – balbuceó Perla sin
levantar la cara.
-
De buena fuente se que
“Le Cuisine” iba a cerrar… pero eso cambió el día que entraste a
trabajar allí.
Perla seguía callada, pero
internamente se sentía muy bien, sabiendo que su nombre era ya
reconocido.
-
En este momento “Le
Cuisine” cuenta ya con mucha fama, quisiera saber que le motivó a
renunciar.
El joven miró a Perla, y ella
sentía la mirada, sin embargo no podía seguir manteniendo la
cabeza hacía el suelo, lentamente, tratando de conserva la calma,
levantó la cabeza finalmente.
-
Por asuntos personales.
-
He hablado con ellos y a
pesar de que salió de improviso sin dar aviso, han dado muy buenas
referencias.
-
¡Ah! – exclamó Perla,
pensando en que aquel tipo al menos conservaba un poco de
amabilidad en las venas.
El joven miró la cara ya
totalmente serena de Perla y sonrió.
-
Pero disculpa mis
modales, yo he hablado y tengo la ventaja de conocer tu nombre…
pero todavía no digo el mío. Anthony Brown Andley – dijo al tiempo
que extendía su mano hacía Perla.
-
Mucho gusto – dijo ella
tomando la mano.
-
Bien, como podrás darte
cuenta, el trabajo es tuyo… no es en este lugar, sino en la nueva
sucursal que se abrirá, no obstante, aquí tendrás el
entrenamiento… no que realmente lo necesites – se apresuró a
añadir – solo son formalidades para que veas el funcionamiento en
general del restaurante. Se ha contratado también a una chef de
postres… toda esa información te la dará la administradora Meyton.
Perla sonrío aunque en el fondo
seguía con la intranquilidad ¿acaso no la había reconocido? ¿Por
qué sonreía amablemente? Anthony la miraba y no decía nada.
Finalmente habló.
-
¿Tienes alguna pregunta?
-
No – dijo Perla, pero
unos segundos después se arrepintió…
Claro que tenía una pregunta…
quería saber, ella siempre había sido muy honesta, a veces un poco
más de lo que le gustaría… pero no se atrevía a hablar, ¿y si no
la había reconocido y por eso la habían contratado? Quizá si
hablaba la despediría en el acto porque la reconocería… sin
embargo, no, no podía aceptar ese empleo sin saber la verdad,
porque entonces su futuro dependería en si la reconocería o no.
Así que armándose de valor, miró a Anthony y respiró profundo.
-
Yo… - pasó un poco de
saliva – quería disculparme con usted.
Anthony abrió los ojos un poco
sorprendido.
-
Tal vez no lo recuerde,
pero yo si, y no voy a poder entrar a trabajar teniendo esto en mi
conciencia…
Perla agachó la cabeza
avergonzada, pero Anthony comenzó a reír… Ella levantó la vista y
se encontró con la cara resplandeciente del muchacho.
-
Pero… no es cuestión de
risa – dijo un poco indignada Perla.
-
Lo siento… es que me
causa gracia…
-
¿Qué es lo que le causa
gracia?
-
¿Acaso pensaste que no
sabía quien eras cuando entraste a mi oficina?
-
¿Sabías?
-
Desde que vi tu foto en
tu CV, lo supe…
-
Entonces… no comprendo…
-
¿Creíste que por lo que
sucedió en la chocolatería no querría contratarte?
-
Pues…
-
Perla – le dijo sonriendo
– eso no me lo impediría…
-
Pero…
-
Allá afuera – dijo al
tiempo que señalaba la puerta – hay más de dos docenas de personas
que se pasan el tiempo alabando todo lo que hago… sus palabras se
han vuelto vanas y vacías para mi… ¿sabes porque?
Perla negó con la cabeza.
-
Muchas de esas personas
alaban lo que hago porque pertenezco a la importantísima familia
Andley. Estoy rodeado de gente que hace mucho tiempo dejo de
decirme la verdad… Eso me esta convirtiendo en una persona
distinta a la que quiero ser… porque después de un tiempo de
escuchar solo cosas buenas uno tiene a olvidar que no es perfecto
y que a veces también uno se puede equivocar… sin embargo tú… -
miró a Perla – no te amedrentaste por no conocerme, simplemente me
dijiste lo que necesitaba…
-
Pero…
-
Es verdad, no debí
entrometerme… así que creo que yo soy quien debía pedirte
disculpas…
-
No, no diga eso…
-
Y háblame de tú… - le
dijo al tiempo que le guiñaba un ojo…
-
¿En serio piensas eso?
-
Seguro – le contestó –
Así que la única condición que pondré para darte el empleo es…
Perla contuvo la respiración
unos segundos.
-
Que nunca dejes de
hablarme de ese modo… que siempre me digas la verdad no importa lo
que sea…
-
Trataré – dijo ella.
-
Entonces estas
contratada.
Perla llegó a su casa esa noche,
todavía algo sorprendida… el día había sido mucho muy diferente a
lo que hubiera podido imaginar… sonrió para si, había conseguido
un trabajo donde el jefe era muy guapo, claro había prometido no
volver a mirar a los hombres, pero realmente no pensaba enamorarse
de él, simplemente mirarlo… y pues también en un restaurante de
lujo y de mucha fama, pero sobre todo, un lugar donde no tendría
que guardarse de los comentarios que en otro lugar podría traerle
problemas, en realidad parecía que había encontrado el trabajo
perfecto.
Capítulo 5: Más pronto cae un
hablador
Perla tenía ya varías semanas
trabajando en “White Roses Restorant”, y todo había resultado tan
bueno como había pensado que sería.
Durante esas semanas había
convivido con Anthony todo el tiempo, y por el personal del
restaurante se había enterado de la historia del joven. Había sido
criado como uno de los herederos de una de las familias más
importantes de Chicago, su familia poseía prácticamente la mitad
de la ciudad, no obstante no todo había sido felicidad para el
joven Anthony.
Hacía unos años se había
enamorado de una chica a la cual había amado tanto que le había
propuesto matrimonio, entonces la tía Abuela del muchacho se había
interpuesto a la relación y habían hecho “cosas horribles” a la
muchacha.
Perla jamás logró saber que
querían decir con “cosas horribles” sin embargo sabía que a raíz
de ese problema la muchacha se había separado de Anthony, y que él
en consecuencia de todo había salido de la familia y desde
entonces había tenido que salir adelante por si mismo, y eso lo
había llevado a abrir el restaurante.
No obstante, de que Anthony
tenía años sin hablarle a la tía abuela, el restaurante estaba
plagado de personas que ella le había mandado.
Un día platicando con él al
respecto, él le había dicho a Perla que prefería aceptar a esa
gente y saberlo abiertamente, porque de otra manera la tía abuela
los metería en calidad de espía, y pues que de esa manera ellos
podían hablarle a sus tía de él y mantenerla informada, sin que él
tuviera la necesidad de hablarle.
Perla no sabía que pensar al
respecto, simplemente se dejaba llevar, aunque la intrigaba un
poco el saber que había pasado con aquella muchacha y si Anthony
aún sentía algo por ella.
Esa tarde, que era su día libre,
había pasado al restaurante para recoger unas cosas cuando miró a
Anthony que conversaba acaloradamente con un joven también muy
guapo que no había visto antes.
Perla se escondió detrás de una
columna y aunque no escuchaba la conversación completa, le
llegaban fragmentos de la misma. “No voy a regresar”, gritaba
Anthony “Ahora quiere que vea todo normal”
-
Debes de entender – decía
el otro muchacho
-
Jamás voy a perdonarle
-
Pero ella no tuvo la
culpa de que se enamorara de otro
-
O sea que ahora no tuvo
la culpa de mandarle tan lejos
“¿De quien hablaran?” empezó a
pensar Perla…. “de aquella chica acaso.”
-
Mejor vete, no me vas a
hacer cambiar de opinión – aseveró Anthony – y si vuelves a venir
con intención de convencerme, estarás perdiendo el tiempo
El muchacho se levantó y Perla
se apresuró a salir de allí, no quería que supieran que estaba
escuchando conversaciones ajenas. Caminó a su casa y no paró de
pensar en aquella conversación, y sobre todo en la expresión del
rostro de Anthony… nunca lo había visto tan enojado.
Pronto llegó a su casa donde su
hermana la esperaba para cenar.
-
Y entonces el otro joven
se levantó y se fue – terminaba de platicar lo que acababa de
presenciar.
-
Pues supongo que si
hablaban de esa muchacha, pero todo es una suposición.
-
Yo creo que ella esta con
alguien más por lo que le dijo que se había enamorado de otro…
-
Ayy Perla – exclamó su
hermana.
-
¿Qué? – preguntó ella.
-
Eres un desastre. Mírate
hablando de tu jefe.
-
¿Por qué dices eso?
-
Me habías dicho que no te
ibas a volver a interesar por ningún chico… pero tienes más de una
hora hablando de él… creo que tendrás que tragarte tus palabras.
-
Yo… no –balbuceó Perla
Pero su hermana comenzó a reír y
Perla sintió que algo dentro de ella, algo cálido comenzaba a
llenarla cada vez que pensaba en Anthony.
Entonces pensó con desazón en
aquel refrán que su madre solía decir con frecuencia “Más pronto
cae un hablador que un cojo”
Capítulo 6. A cocción lenta.
Perla no había podido evitar
sentir lo que sentía, pero también se había asegurado a ella misma
que no volvería a pensar en hombres. “Es mejor sola que mal
acompañada” se recordó esa mañana antes de ir a trabajar.
Cuando llego al restaurante,
allí todo parecía normal, su jefe se mostraba simpático y
agradable como siempre, no había rastro de la discusión que Perla
había presentado el día anterior. Ella sonrió ampliamente al
tiempo que caminaba hacía la cocina donde los souchefs y los
pinches le esperaban para comenzar el menú del día.
Cómo era su costumbre, al
ponerse en acción se le olvidaban sus problemas amorosos, y frases
“pica eso más finamente” “agrégale más agua” o “déjalo cocer otro
rato” era lo único que salía de su boca, los meseros dejaban
ordenes de comida a cada segundo y el trabajo no parecía disminuir
ni con el paso de las horas.
La noticia de que la chef de “Le
cuisine” trabajaba ahora en el “White Roses Restorant” se había
expandido como la pólvora y la gente que no había sido precavida
en hacer una reservación tenía que esperar por horas para poder
entrar al lugar y probar la comida.
Sin embargo Perla desconocía
este hecho y ella se limitaba a ser la reina de su cocina donde lo
que ella decía se cumplía al acto so pena de muerte. Pero Anthony
sabía bien que el éxito que la sucursal estaba teniendo era
gracias a Perla. Al grado que estaba teniendo más ganancias que la
matriz que estaba en el centro de Chicago.
El mismo trabajo le ayudó a
Perla a descansar su mente de Anthony o de cualquier otro hombre
que hubiera existido su vida. Sólo trataba de probar nuevos
sabores y platillos. Uno de los souchefs llamado Tobias era quien
le despertaba la curiosidad todos los días llegaba con alguna
hierba nueva o alguna fruta importada para que Perla probara.
-
Tienes que probar esto –
le decía – mi abuela solía ponerlo en las salsas y le daba un olor
muy peculiar.
Perla muchas de las hierbas ya
las conocía pero la insistencia del muchacho la hacía querer
probarlas en alimentos donde no las había utilizado. Y todas las
noches los dos se quedaban experimentando en la cocina nuevos
platillos.
-
Perla – le preguntó una
noche Tobias – ¿Por qué nunca comes de los platillos que
inventamos? ¿Tienes miedo a intoxicarte?
-
¿Cómo crees? – le dijo
ella
-
¿Entonces? – inquirió el
muchacho.
-
He estado a dieta tanto
tiempo que se que si cedo en cualquier cosa volveré a ganar el
peso perdido.
-
Creo que te verías mejor
con unos kilos de más – comentó Tobias.
-
¿Dices que me veo
flacucha? – inquirió Perla.
-
Te ves bien, pero creo
que te verías aún mejor.
-
¿Quién los entiende? –
señaló Perla – unos que nos quieren flacas y otros con más kilos…
o sea.
-
¿Quién te quiere flaca?
-
Nadie, nadie me quiere
flaca – mencionó Perla pensando que había hablado de más. – Soy yo
la que quiero verme bien.
-
Por un momento pensé que
hablarías del jefe…
-
¿Qué quieres decir? –
inquirió Perla alzando las cejas
-
No sé, se me figuró que
el jefe te interesaba.
-
Claro que no, es mi jefe
– apuntó Perla – y yo soy muy profesional, jamás pensaría en algo
así.
-
Me alegra oír eso – dijo
él.
-
¿Y a ti porque te habría
de interesar? – preguntó la muchacha – al fin y al cabo sería cosa
mía ¿no?
-
Tienes razón, aunque creo
que yo no soy tan profesional como tú.
-
Bueno se hace tarde, hay
que guardar todo, yo cierro esta vez.
-
Nos vemos mañana Perla –
dijo Tobias mientras salía de la cocina.
Perla se quedó pensativa guardó
el platillo nuevo que solo había probado, no había sido de su
agrado, como si algo le hiciera falta, anotó eso en el cuaderno
donde anotaban sus registros de los experimentos y guardó todos
los utensilios que habían utilizado. Tenía mucha hambre, pero en
esta ocasión estaba decidida a no caer en la tentación no por
nadie sino por ella misma.
Caminó por el restaurante,
estaba vacío, habían dejado de servir hacía más de dos horas y una
hora atrás los empleados habían salido, ella era la última en
hacerlo. Salió por la puerta trasera y al hacerlo se percató que
había un automóvil además del suyo en el estacionamiento de
empleados.
-
Hola – saludó un hombre
que estaba recargado en el carro.
-
Buenas noches – Perla
devolvió el saludo con cierto temor.
-
¿Te asusté? – preguntó el
hombre.
-
Lo siento, es que se
supone que este es el estacionamiento de empleados.
-
Sí, lo se – contestó -
¿Eres la última en salir?
-
Sí, ya no hay nadie – en
cuanto dijo eso le pareció una imprudencia, le acaba de informar a
un completo extraño que no había alguien quien pudiera auxiliarla
en caso de que se atreviera a hacerle daño.
-
Se me escapó de nuevo –
dijo el extraño.
-
¿A quien se refiere?
-
A Anthony – las nubes que
cubrían la luna se movieron de lugar dejando paso a los rayos
lunares y Perla pudo ver con claridad como el muchacho que le
hablaba sonreía con cierta picardía.
-
Eres tú – exclamó
sorprendida
-
¿Nos conocemos? –
preguntó el muchacho.
-
No, lo siento. Sólo que
el otro día te vi platicando con Anthony.
El muchacho sonrió nuevamente.
-
Supongo que sigue enojado
conmigo – dijo él - ¿te ha dicho algo?
-
Este… no tenemos ese tipo
de relación – señaló Perla – él sólo es mi jefe…
-
Ah, veo… bueno te dejo
ir, ya es tarde y deben estar esperándote.
-
Yo… si quieres puedo
darle tu recado mañana.
-
No lo va a querer
escuchar…
-
Tal vez si viene de mi si
lo haga – Perla pensó en aquel día que le había contratado con la
condición de que siempre le dijera la verdad.
-
Está bien si es así, le
podrías decir que la tía le invita a la fiesta de cumpleaños del
tío William, que está cordialmente invitado, y que su querido
primo Archie le tiene una gran sorpresa.
-
A ver, la tía le invita
al cumpleaños del tío William y su primo Archie le tiene una
sorpresa ¿verdad?
-
Correcto. Confió en ti…
El joven dio la vuelta para
entrar a su carro.
-
Espera – dijo Perla –
quién le digo que le dejo el recado…
-
¿Quién va a ser? –
contestó riendo – su quedísimo primo Archie.
Perla no pudo evitar reír. Hacía
tanto tiempo que no lo hacía, parecía que su corazón estaba
sanando aunque muy lentamente.
Capítulo 7. El concierto
Al día siguiente Perla entró a
la oficina de Anthony, él como siempre la recibió con una amplia
sonrisa, pocas veces había estado allí, realmente casi nunca salía
de su cocina.
-
Hola Perla – le saludó –
¿En que puedo servirte?
-
El día de ayer, tuve un
encuentro inesperado – dijo ella.
-
¡Ah sí! ¿no irás a
dejarnos?
-
No, no tiene que ver con
eso – comentó Perla – más bien tengo un mensaje.
-
¿Para quién?
-
Para ti – dijo ella un
poco avergonzada.
-
¿Un mensaje?
-
Sí, y cito “La tía lo
invita cordialmente a la fiesta de cumpleaños del tío William y su
querido primo Archie le tiene una sorpresa”
-
¡Ah! – sólo dijo el -
¿Quién te dejó ese mensaje?
-
Su querido primo Archie –
mencionó Perla.
-
Gracias Perla.
-
Se que no debería
entrometerme – dijo ella haciendo poco caso a su buen juicio –
pero creo que deberías hablar con tu primo. Ayer estuvo hasta muy
tarde esperando verte.
-
Perla agradezco tu
preocupación, pero las cosas no son tan sencillas. – dijo él.
-
Bueno, me dijiste que me
querías aquí para que te dijera las cosas como las veo, y pues si
a mi alguien me esta buscando hasta las doce de la noche, creo que
es porque realmente es algo importante, sin embargo también se que
hay cosas que uno no puede perdonar tan fácilmente… pero es tu
familia y tal vez merezcan una segunda oportunidad.
Anthony abrió la boca para
decirle algo.
-
A mi no necesitas decirme
nada, yo solo te estoy dando el mensaje y te doy mi opinión, no es
que debas estar de acuerdo con lo que pienso, solo que antes de
dar una respuesta a tu familia quizá deberías de tomar en
consideración otras cosas.
Perla se dio la media vuelta y
se dirigió a la cocina. La inseguridad que sentía respecto a lo
que le había dicho a Anthony la atormentó durante todo el día.
Desconocía que parte de ella le hacía abrir su gran boca cada vez
que podía para entrometerse en asuntos que no le concernían.
-
¿Estás bien Perla? –
preguntó Tobias
-
Sí, claro que estoy bien
-
Te ves un poco pálida –
señaló el muchacho – Ahh, ¡Hola Sr. Andley!
Perla giró su cabeza y vio a
Anthony parado a un lado de la puerta.
-
¿Podría pedirles un
momento prestada a su chef? – Anthony le hizo esa pregunta al
staff en vez de hacérsela a Perla.
-
Si, no hay problema –
contestaron al unísono el personal mientras que Tobias miraba de
una manera extraña a Perla.
-
Sólo será un momento – le
dijo a la muchacha al tiempo que caminaba hacía el patio del
restaurante.
-
¿Qué sucede? – preguntó
con miedo Perla, quien pensaba iba a reclamarle por lo que le
había dicho.
-
¿Irías conmigo?
-
¿Perdón? – inquirió Perla
quien no comprendía que quería decir Anthony.
-
Que si voy al cumpleaños
del tío William, estarías dispuesta a acompañarme.
-
Yo, yo no se que decir…
¿estaría bien si fuera?
-
Sí, serías mi invitada –
dijo Anthony.
-
¿Cuándo es la fiesta?
-
Este sábado…
Perla pensó que sería bueno
salir para variar, pero entonces recordó que famoso concierto
sería ese sábado.
-
¡Oh no! – exclamó Perla.
-
¿No puedes ir?
-
Es que tengo boletos para
un concierto…
-
¿Tienes boletos para el
concierto? – comentó Anthony elevando la voz muy emocionado – yo
iba a comprar pero cuando entré a la página donde los vendían ya
estaban agotados.¡Oh Dios! Muero por ir…
-
¿En serio?
-
Si, la verdad estaba con
tantas cosas ese día que me olvide de estar al pendiente para
comprar los boletos.
-
Bueno, yo tengo un boleto
extra – apuntó Perla.
-
¿Tienes un boleto de más?
Yo te lo compró Perla, realmente deseo ir al concierto.
-
No, no hay necesidad, yo
te invito – mencionó la muchacha – pero y la fiesta…
-
No importa la fiesta, el
tío cumple años cada año y ellos podrían no volver a presentarse,
dicen que esta podría ser su gira de despedida…
La muchacha no se sentía bien
aceptando la proposición de Anthony, pero tampoco quería ir sola
al concierto, tal vez la familia de su jefe la odiaría de allí en
adelante, pero eso tampoco le importaba, de hecho dejaría a su
propia familia por ir al concierto.
Ese fin de semana cuando Perla
se arreglaba para ir al concierto seguía vacilando sobre la
decisión que había tomado hacía unos días. Sobre su tocador
estaban los dos boletos que aún continuaba pagando, no se sentía
ya triste, pero tampoco se sentía particularmente emocionada por
salir con su jefe, era amable y risueño, solía sonreír casi todo
el tiempo y además increíblemente guapo. Pero había algo que
semejaba más a un sueño que a la realidad y quizá eso le hacía
estar alerta.
Tal como Perla lo había
esperado, Anthony fue el perfecto caballero que solía ser, pagó
por todo lo que compraron en el foro donde se efectuó el concierto
y ambos disfrutaron del buen espectáculo, sin embargo no había
habido ninguna señal de que fueran más que simples compañeros de
trabajo. Eso en cierta manera le hizo sentir mal a Perla. No que
estuviera ya preparada para una relación amorosa, pero sentía que
su corazón comenzaba a sanar.
8. Un amor fallido
Después de la salida al
concierto, Perla y Anthony habían comenzado a tratarse más,
primero prestándose diversos CD’s, después películas y algún
libro, para cuando la muchacha se dio cuenta ya habían pasado seis
meses desde que había entrado a trabajar al “White roses restorant”
a veces se sorprendía a si misma riendo a grandes carcajadas junto
a Anthony. A un grado que las sospechas entre el resto del
personal del restaurante comenzaron a surgir.
Esa tarde no era la excepción ya
que ambos tenían cerca de una hora platicando sobre la lectura del
último libro. En medio de las risas Perla alcanzó a ver a través
de la ventana de la oficina de Anthony que su primo caminaba por
el estacionamiento hacía el restaurante.
-
¿Pasa algo? – preguntó el
joven cuando notó que Perla se había quedado callada.
-
Tu primo – respondió ella
-
¿Mi primo? – Anthony alzó
una ceja.
-
Viene hacía acá…
Anthony se levantó de su asiento
y se asomó por la ventana. Vio a su primo que se dirigía con paso
seguro hasta la entrada del restaurante.
-
Tengo que irme – dijo él
tomando su chaqueta que reposaba sobre el respaldo de la silla.
-
¿Otra vez? – preguntó
Perla, aquello comenzaba a molestarle, en cada ocasión que alguien
de la familia del muchacho aparecía, él escapaba sin darles la
oportunidad tan siquiera de hablar.
-
Ya te lo dije – comentó
Anthony mientras se colocaba el saco – nos vemos por la noche.
Perla vio como el muchacho
miraba fuera de la oficina antes de salir de allí. Ella tardó unos
segundos antes de seguirlo, prácticamente tuvo que correr detrás
de él ya que Anthony se encaminó hacia el estacionamiento de
empleados, apenas pudo alcanzarlo y se subió al carro de él.
-
¿Qué haces? – preguntó
él. No parecía enojado más bien algo sorprendido.
-
¿A dónde vamos?
-
¿Qué va a pasar con la
cocina?
-
Por unas horas no pasará
nada – señaló Perla, al tiempo que acomodaba el cinturón de
seguridad.
Anthony se limitó a sonreír,
arrancó el carro y en pocos minutos estaban saliendo de la ciudad.
El lago apareció ante sus ojos, se veía imponente ante los últimos
rayos solares. A Perla le gustaba mucho el lago, lo miraba con una
sonrisa en la cara cuando se detuvieron. Miró a su alrededor y se
percató de que lo habían hecho en el viejo mirador.
-
Así que aquí es a donde
vienes cada vez que huyes de tu familia – asumió Perla -, tal vez
deberías darles la oportunidad de que hablen contigo.
-
No ganaría nada – Anthony
se acomodó el cabello que se había desordenado por el fuerte
viento.
-
Eso no lo sabes – Perla
estaba decidida a saber que era lo en realidad sucedía entre
Anthony y su familia – yo no me llevó bien todo el tiempo con mis
hermanos y mis padres, pero nadie es perfecto, así que tengo que
ser abierta con ellos y pues permitirles que se expliquen, de otra
forma me apartaría de mi familia sin remedio.
-
¿Crees que es mi culpa? –
preguntó el muchacho elevando la voz.
-
No fue lo que dije, no me
malinterpretes – Perla suspiró – lo único que en verdad se, es la
manera en que sales huyendo cada vez que alguno se acerca a ti.
-
Ellos son los verdaderos
culpables – dijo el muchacho.
-
Podrías explicármelo así
como si fuera una niña de 4 años, así con manzanas y palitos –
Perla lo miró con cierto anhelo -, realmente me gustaría entender
tu punto de vista.
El muchacho bajó un poco la
cabeza y después tomó aire.
-
Tienes razón, nunca te he
dicho exactamente que fue lo que sucedió – Anthony apretó los
labios y después continuó -. Hace varios años, de hecho hace más
de 15 años, conocí a una chica ella era sumamente diferente a
cualquiera que había conocido hasta ese momento, reía con
facilidad, era amable y honesta. Para mi era como aire
refrescante, lejos de la afectación y de las mentiras que se
manejaban en mi familia y mis conocidos.
Perla desconocía como era el
trato en las familias ricas, ya que en la suya si bien eran todos
unos entrometidos y un tanto egocéntricos, distaban mucho de
mentirse unos a otros. Tal vez la gente de dinero era diferente a
lo que era su percepción.
-
Pero ella no tenía dinero
– agregó el muchacho – mi abuela al enterarse se enojó bastante
“te prohíbo volver a verla” me dijo, pero yo no estaba dispuesto a
obedecerle, la abuela nunca entendió lo que yo sentía por esa
chica. Yo continué tratando con ella pero entonces la abuela se
enteró y movió sus influencias. La mandó lejos de mí.
Perla sintió algo de pena por el
muchacho, pero seguía sin entender porque tenía tanta aversión a
su familia, era verdad que el primer amor duele mucho pero armar
tanto escándalo por algo que sucedió 15 años atrás le parecía
inmaduro.
-
Tal vez si eso hubiera
sido todo, pero yo estaba decidido a que algo semejante no me
volviera a pasar, así que durante varios años jugué el papel del
mejor nieto – continuó Anthony – procuré hacer todo de la forma en
que ellos querían, de esa manera lo hice hasta que entré a la
Universidad, allí cual fue mi sorpresa encontrarme de nuevo con
esa chica, gracias al dinero que mi familia le dio disfrazado como
beca ella había podido estudiar en uno de los más prestigiados
colegios en el extranjero, y eso le había dado la oportunidad de
entrar a la Universidad donde yo estudiaba. En cierta manera me
alegré mucho porque los planes de mi familia habían sido
contraproducentes, ahora ella estaba en la posibilidad de
compartir conmigo sus estudios, y su tiempo. El reencuentro fue
maravilloso, aquellos sentimientos que empezaron en nuestra
adolescencia se mostraron de forma más fuerte, parecía que habían
crecido tanto como nosotros. Fueron los años más felices que he
pasado hasta el momento.
Perla se sonrojó un poco por
haber sentido que Anthony era inmaduro, ahora comprendía que era
algo más reciente y posiblemente más fuerte.
-
Yo que había crecido como
un huérfano, como bien sabes mi madre murió siendo yo muy pequeño,
mi padre viajando casi todo el tiempo, había estado al cuidado de
mi abuela, quien es experta en guardar la dignidad y en ser nada
afectuosa. Estar con esa chica quien me expresaba sus sentimientos
con honestidad y claridad era lo que siempre había deseado.
Faltaba solo un año para que yo terminará mis estudios cuando por
medio de uno de mis primos mi abuela supo que esta chica había
regresado y de que habíamos comenzado una relación.
-
¿volvió a mandarla lejos?
– interrumpió Perla
-
Sí, - añadió Anthony –
pero eso no fue todo, habló con la gente de la Universidad para
que no la aceptaran nuevamente. Y además de eso mi abuela
investigó lo que había pasado en esos años que nos habíamos visto
y encontró que ella tuvo un novio en el extranjero, así que habló
con ese muchacho y supongo que le pagó una buena cantidad para que
estuviera cerca de ella.
Perla se acongojó al escuchar
eso, como decía la gente “donde hubo fuego cenizas quedan” un
antiguo novio podía ser suficiente para arruinar una buena
relación.
-
Si no lo hubiera llamado
– continuó Anthony -, tal vez ella y yo a pesar de la distancia
podríamos habernos mantenido en contacto, a pesar de que mi abuela
se había encargado de que no pudiéramos hablarnos ni vernos…
-
¿Y que pasó después?
-
Lo último que supe es que
ella se iba a casar con ese novio.
-
¿Te lo dijo ella? – quiso
saber Perla
-
No, otro de mis primos me
hizo el favor de mostrarme el anuncio en el periódico.
-
¿Anuncio? Eso quiere
decir que él tiene dinero.
-
No se si tenga dinero, se
que tiene un apellido importante, pero por lo que se, su familia
hace mucho tiempo que le niega dinero.
Perla solía quejarse de su
familia, pero al parecer los integrantes de su familia eran unas
dulces palomas comparados con los miembros de la familia de
Anthony.
-
Y ese primo tuyo que
tanto va a verte ¿era alguno de los que estuvo involucrado en todo
eso?
-
No, él realmente no
participó en las trampas de mi abuela, él quería que yo fuera
feliz, pero pues como los demás acepta todo lo que la abuela dice
así no este de acuerdo con las decisiones que se tomen.
Perla suspiró, el sol se había
ocultado ya, y sabía que tenían que regresar al trabajo, tenía que
apresurar a su jefe pero no podía siquiera abrir la boca, tanto
ella como el muchacho parecían haber perdido la habilidad del
habla y ella dentro del alma podía sentir la tristeza de aquel
amor que no había podido ser.
9. Una verdadera sorpresa.
Nada une más a las personas que
una confesión de ese tipo, si hasta el momento los dos daban de
que hablar, después de que Anthony le había relatado aquel pasaje
de su vida, pasaban todo el tiempo libre que tenían juntos. Sin
embargo para Perla ese tiempo distaba de ser algo agradable.
Odiaba admitirlo pero desde hacía varios meses la presencia de
Anthony comenzaba a significar algo más que un simple amigo, pero
él parecía distante, como no queriendo intimar con ella más de la
relación que sostenían hasta el momento.
-
No te ves bien – le dijo
Tobias a Perla esa noche después de terminar el servicio.
-
Me siento algo cansada –
contestó la chica.
-
¿Vas a salir el fin de
semana de nuevo con el jefe?
-
No me gusta el tono con
que lo dijiste.
-
¿En que te molesta? –
inquirió Tobias fingiendo inocencia.
-
Olvídalo
-
Sólo bromeaba – dijo el
joven -, creo que te ves un poco pálida…
-
He tenido unos días
pesados en la cocina… así que este fin de semana me dedicaré a
descansar, sólo eso.
Los dos salieron de la cocina, y
después se dirigieron al estacionamiento de empleados donde Perla
se encontró con Archie.
-
¡Buenas noches!
-
Buenas noches – Perla
devolvió el saludo.
-
¿Podría hablar contigo un
minuto?
-
¿Pensé que con quien
querías hablar era con Anthony?
-
Lo que ha sido
prácticamente imposible, así que tengo que hablar con alguien que
sea cercano a él.
Perla miró con un dejo de
desesperación a Tobias.
-
Nosotros tenemos que
irnos ya – dijo el muchacho
-
No te quitaré mucho
tiempo – rogó Archie.
-
Está bien – mencionó
finalmente Perla – si quieres puedes irte, nos vemos mañana.
-
¿Estás segura?
-
Sí…
La muchacha vio como Tobías se
dirigía a su carro, Archie también siguió los movimientos del
joven, y después miró a Perla.
-
Gracias, realmente
necesito hablar contigo.
-
No voy a serte de ninguna
utilidad – dijo Perla -, se de que quieres hablarme, y yo he
intentado un acercamiento de Anthony con su familia, pero él no
esta dispuesto a perdonarles…
-
Eso lo se perfectamente –
Apuntó Archie -, sería un tonto si no lo supiera.
-
¿Entonces? Si lo sabes,
¿de que quieres hablarme?
-
Sólo deseó hablar con él
mañana, he tratado de hacer esto de mil maneras, pero en cuanto me
ve sale huyendo…
-
No vas a poder hablar con
él.
-
Eso ya me quedo claro
también… por eso necesito tu ayuda.
-
¿Mi ayuda? Ya te he dicho
que no puedo influenciar en él.
-
Tengo una sorpresa para
él. Pensaba ser yo quien se la diera, pero creo que será mejor que
se la des tú.
-
No se – Perla no estaba
segura de lo que pasaba por la mente de Archie -, tal vez no
resulte mejor que tú.
-
Pero al menos será un
intento, se lo debo…
-
Está bien, te ayudaré –
dijo Perla finalmente – pero no te prometo nada.
-
No importa… funcionará.
Mañana a eso del mediodía mandaré a alguien a verte, le diré que
venga a verte aquí a este estacionamiento, lo único que tienes que
hacer es que pases a esa persona con Anthony para que puedan
hablar…
-
¿Es alguien de tu
familia? – preguntó un tanto asustada Perla
-
No, no te preocupes por
eso, no es alguien de los Andley.
-
OK, espero que todo salga
bien entonces.
-
Gracias por todo Perla…
Perla vio como Archie se alejaba
y se quedó muy pensativa, ¿de que se trataba todo ese misterio?
Como fuera había dicho que le ayudaría y pues tendría que hacerlo.
La mañana llegó mucho más rápido
de lo que a Perla le habría gustado, se sentía muy cansada, era
viernes y sólo quedaba un día para su descanso, tomaría tres días
seguidos. Tal vez en parte eso le molestaba también porque no
vería a Anthony en esos días.
-
No puedes seguir así – se
dijo a sí misma –, sólo somos amigos y nada más, él nunca te ha
dado pauta para pensar en algo más.
Sintiéndose un poco triste por
este hecho se fue a trabajar, cuando estacionaba su carro recordó
lo que le había dicho Archie la noche anterior. Tendría que estar
al pendiente de la persona que iba a mandar para ver a Anthony. En
su interior rogaba porque aquello para lo que se iba a prestar no
desencadenará ningún incidente familia que pudiera lamentar en el
futuro.
-
Buenos días – saludó a su
staff.
-
¿Todo bien? – le preguntó
Tobias acercándose a ella.
-
Sí, todo bien ¿porqué lo
preguntas?
-
¿Era ese muchacho de la
familia del jefe? – inquirió el joven
-
Sí, es primo de él… ya ha
estado aquí antes.
-
Sí, se me figuro, digo no
salgo mucho de la cocina pero aún sí se me hizo conocido.
-
Sí, además sale en mil
fotos de las revistas de sociedad, es uno de los solteros
codiciado ¿sabes?
-
¿En serio? – preguntó el
joven mirando a Perla al tiempo que alzaba una ceja.
-
No es nada de eso…
-
No, pues no puede ser –
dijo Tobias – eso sería como incesto ¿no?
-
¡Estás loco! El no es
nada mío…
-
Pues sería tu primo
político…
-
¿Por qué sería…? ¡Espera!
¿Qué tratas de decir?
-
¿Qué no son novios el
jefe y tu?
-
¿Cuántas veces tendré que
repetirte que él y yo somos amigos?
-
Si tú lo dices…
Perla evitó hablar del tema
durante el resto de la mañana, pero estuvo mirando su reloj cada
media hora, cinco minutos antes del mediodía, fue al
estacionamiento a encontrarse con la persona que Archie iba a
mandar. Cuando salió no vio a nadie y pensó que tal vez la persona
llegaba tarde o tal vez no iría. Esperó por diez minutos pero
nadie apareció, cuando estaba por entrar de nuevo al restaurante
vio a una chica que llevaba un sombrero que le cubría más de la
mitad de la cara.
-
¿eres tú Perla? –
preguntó con una voz nerviosa. Levantó la cabeza y dejó ver su
cara. En ella se asomaron un par de ojos verdes y una linda
sonrisa coronada con una nariz respingona con unas cuantas pecas
sobre ella.
-
Sí – contestó Perla
sintiéndose muy incomoda.
-
Me alegro haberte
alcanzado pensé que llegaría muy tarde, Archie me dijo que
estuviera puntual, pero me tomó más de lo que creía llegar aquí
-
Sí, bueno, ya estas aquí,
ven sígueme si alguien nos ve podría arruinarse el plan.
Perla guió a la chica hasta la
oficina de Anthony, siguiendo los pasillos de la cocina, para
evitar que alguien de los comensales la viera.
-
Aquí es – le indicó Perla
-, espera un segundo deja llamó a la puerta.
Tocó a la puerta y se escuchó un
débil “adelante”.
-
Ah, eres tú Perla ¿qué te
trae por aquí? ¿Hay algún problema en la cocina?
-
No, para nada, ya sabes
estando yo al mando todo sale de maravilla.
-
Pasa. Quiero enseñarte un
nuevo libro que me llegó hoy…
-
Mejor otro día… yo sólo
venía a traerte una sorpresa.
-
¿Sorpresa? Pero no es mi
cumpleaños…
-
No importa – Perla jaló
del brazo de la chica y la hizo entrar a la oficina.
La chica entró y se quitó el
sombrero que aún llevaba puesto, sonrió abiertamente, pero Anthony
parecía que había visto a un fantasma.
-
Candy – sólo alcanzó a
musitar.
10. Vuelta a la cruel
realidad
Perla despertó ese lunes
sintiéndose más cansada de lo normal, tres días habían pasado y no
había podido descansar, cuando se iba a dormir solo daba vueltas
en la cama, y cuando apenas conciliaba el sueño el sol le pegaba
en la cara y se despertaba para solo pensar y pensar en lo que
había pasado con Anthony y esa chica. Hasta el momento no sabía
quien era ella, ni porque después de verla Anthony se había ido
con ella y no había regresado al restaurante.
Con las ojeras marcadas en el
rostro se preparó para ir a trabajar, no tenía muchos ánimos pero
no le quedaba más remedio que presentarse en el restaurante.
-
Tu puedes – se dijo para
sí al verse en el espejo antes de salir.
Una vez en el restaurante, se
enteró que en sus tres días que había tenido de descanso, Anthony
no se había parado en el trabajo y que nadie sabía de él, que
había desconectado su teléfono por lo que no había manera de
comunicarse con él.
-
Todos pensábamos que
estaba contigo – le dijo Tobías cuando Perla entró a la cocina -,
¿de verdad no sabes dónde está?
-
¿Te parece que se dónde
está? – contestó Perla de mala gana.
-
Ahora si nos dejaste
peor, todos juraban eso.
-
Por eso la gente no debe
de hablar de lo que no sabe – mencionó Perla que a cada momento se
enojaba más con toda la situación.
El restaurante estaba bien
cuidado por la administradora y por el capitán de meseros, y la
cocina por Perla y sus souz chefs, y así continuaron durante los
siguientes días. Después de dos semanas de no saber nada de
Anthony un día llegó como si nunca se hubiera ido, preguntando
sobre los estados de cuenta y los menús del día.
Perla ansiaba hablar con él,
quería saber que había ocurrido con esa chica y… no ¿Por qué se
mentía? Quería saber que pasaba con los dos, quería estar cerca de
él. Estaba llegando a un estado crítico donde ya no sabía más,
donde no podía incluso dormir por su culpa.
Toda esa mañana trató de hablar
con él, pero no le fue posible, había tantos pendientes en el
restaurante por esas dos semanas que había pasado fuera estaban
haciendo mella en ese momento. Perla espero angustiosamente a que
le diera unos minutos, pero durante toda la mañana y gran parte de
la tarde estuvo con la administradora y recibiendo a algunos
proveedores con los que tenía cita previamente. Ya cerca de la
hora de la cena, para sorpresa de todos se apareció por la cocina.
-
Perla ¿podría hablar
contigo?
-
Sí, claro – respondió la
muchacha al tiempo que salía a la terraza con Anthony.
-
Han pasado tantas cosas –
comenzó Anthony – que no se exactamente por donde empezar… Fue por
ti, así que creo que debería empezar a darte las gracias.
-
Yo no hice nada…
-
Sí, primero soportaste
mis quejas y pasabas el tiempo conmigo para que no me sintiera
solo, y después… me diste el mejor regalo que podría haber pedido.
Esa tarde cuando entraste con Candy, fue – Anthony no paraba de
sonreír – maravilloso. Candy es la chica de la que te había
platicado.
Perla bajó la cabeza un poco,
desde que la había visto se sintió muy insegura. Y sintió que la
fuerza en sus piernas se le iba. Tuvo que sentarse en la silla más
próxima. Anthony la imitó, tal vez lo había hecho porque pensaba
que así estarían más cómodos, pero Perla no quiso pensar en eso…
simplemente se quedó allí sentada mirando el patrón dibujado con
marquetería en la superficie de la mesa.
-
Nos fuimos de aquí para
hablar con tranquilidad y me platicó que tenía meses buscándome
pero que no quería darme la sorpresa así como me la dio y por eso
Archie me había estado buscando… y si no fuera por ti, tal vez
seguiría con mi necedad de no querer verlo. Además de eso, me dijo
que había roto su compromiso que nunca se casó con aquel novio,
que ella sólo podía quererme a mi, que sabía que mi familia
probablemente no lo aceptará nunca, sin embargo Archie hizo labor
de convencimiento y la tía Abuela la recibió con los brazos
abiertos, estas dos semanas han sido como un sueño, fui a hablar
con la tía Abuela y con el resto de la familia, todos están muy
arrepentidos de lo que pasó y quería que fueras la primera en
saberlo…
-
¿Qué? – preguntó Perla
-
Me voy a casar con ella.
El tío William ya hizo todos los arreglos en dos semanas me caso.
-
¿En dos semanas? –
exclamó Perla.
-
Sí… ¿no es maravilloso?
Se que parece pronto, pero he esperado tanto por ella, que estas
dos semanas me parecen una eternidad. No encuentro palabras para
agradecerte, se que nada de esto habría pasado de no ser por ti,
me alegra que me hayas empujado a hacer realidad mi sueño.
-
No, no… - balbuceó la
muchacha – no tienes nada que agradecer… como has dicho todo fue
cosa de Archie.
-
No encuentro palabras
pero si algo con que agradecerte el gran favor que me hiciste.
La muchacha levantó la cabeza
unos segundos, no, no había algo que la pudiera hacer sentir mejor
en ese momento, quería decírselo, o mejor dicho quería gritárselo
a Anthony.
-
En un mes abriremos las
puertas de la primera sucursal en el extranjero, en Italia y pues
quería mandarte allá, claro esta si así lo deseas, y pues ya sabes
todo pagado te pondremos una casa allá y pues te harías cargo del
restaurante además de que te haré participe de las acciones, te
convertiré en accionista. ¿te parece bien?
-
Yo… yo… no se que decir.
-
Mira, se que es muy de
improviso, pero bueno piénsalo, aunque decidas no irte, lo de
convertirte en accionista es en serio, no sólo por los favores que
me has hecho, sino porque te lo mereces, conseguiste que esta
sucursal diera más ganancias que la misma matriz, así que pues
mañana vendrá el abogado para que todo sea legal. Y pues me tengo
que ir, estoy vuelto loco, todavía me quedan mil cosas que
resolver antes de la boda, en fin… te dejó.
Anthony la abrazó y salió de
allí como un relámpago, dejando a Perla muy triste. A ella no le
importaba el dinero, ni las acciones, ella era feliz cocinando y
creando nuevos sabores, lo único que deseaba de Anthony parecía
que jamás iba a poder obtenerlo. Aquella noche sin haber terminado
su turno, salió del restaurante, determinada a no volver allí.
11. El valor de una Perla
Tres días… cinco días… el tiempo
comenzó a pasar, Perla no había salido de su casa, se sentía muy
deprimida aunque por el contrario de lo que había pasado antes,
ahora le resultaba difícil salir de la cama, lo último que quería
era despertar. A veces despertaba con el sol en alto, otras veces,
sólo había dormido unos minutos, pero cada vez que abría los ojos
lo único que deseaba era volver a cerrarlos.
Había desconectado el teléfono
de su casa y el móvil, se había encerrado en la última habitación
de su casa, a su familia le había dicho que se iría de vacaciones.
Podía estar algo tranquila, aunque más bien podría decirse que
estaba en un estado de animación suspendida.
Esa mañana alguien golpeó a la
puerta, y no dejó de hacerlo aunque Perla había decidido ignorar
el llamado insistente. Después de 20 minutos constantes de golpes
comenzaron los gritos, alguien que la llamaba con desesperación.
La muchacha se levantó con desgano y se dirigió a la puerta. Se
asomó por la mirilla y vio a Tobías que no paraba de gritar su
nombre. Destrabó la puerta y la abrió.
-
¿Es que pensabas tirar la
puerta? – preguntó al tiempo que alzaba una ceja.
-
¡Vaya! Sigues viva…
-
Claro que sigo viva –
Perla hizo un mohín de disgusto.
-
Estábamos preocupados.
-
¿Quiénes? ¿Tú y tus
imaginarios amigos?
-
No, estoy hablando de
todos en el restaurante…
-
Bueno, yo sólo te veo a
ti aquí, supongo que los demás están muy ocupados para venir a ver
si algo paso.
-
Perla… han estado
viniendo, créeme, pero no contestas el teléfono y tampoco a la
puerta, ya tengo aquí casi media hora, y eso es porque soy un
terco, la mayoría de la gente solo estaría aquí unos diez minutos.
-
Lo siento, no tenía ganas
de ver a nadie. – Perla frunció un poco el entrecejo, ¿Por qué era
que tenía que estar dando excusas? ¿Es que acaso su vida tenía que
estar en boca de los demás?
-
¿Puedo pasar o es que te
agrada salir en pijama a la calle?
-
¿Qué tiene de malo mi
pijama? – comentó Perla, viendo con gusto que traía una de las
pijamas que más le gustaban – pero pasa…
Tobías se sentó en uno de los
sillones de la sala y Perla hizo otro tanto.
-
El jefe habló conmigo
hace unos días, me dijo algo sobre que te ofreció un sitió en
Italia, él me dijo que te habías tomado los días para pensar…
-
¿Eso te dijo?
-
Sí, la verdad solo hablé
con él como media hora, todo súper rápido, él no ha estado mucho
en el restaurante.
-
Me imagino…
-
¿Es cierto entonces?
-
¿Qué?
-
¿Qué te ofreció la plaza
de Italia?
-
Sí – contestó Perla
-
¿Entonces piensas irte?
Digo es una gran oportunidad, claro que vas a irte…
-
¿Realmente lo piensas? –
le preguntó la muchacha.
-
Claro que sí – dijo
Tobías -, irse a otro país y uno como Italia donde la cocina es
tan variada y rica, yo moriría por una oferta así.
-
No lo había visto de ese
modo
-
¿Pensabas declinar la
oferta? – Tobías abrió los ojos con la incredulidad marcada en la
cara.
-
La verdad no se que voy a
hacer…
-
Bueno aquí tienes esto
que te mandó el jefe… dijo que era la otra cosa que te había
dicho, que si por favor podías devolverlos firmados.
Perla abrió el sobre y vio los
papeles donde la convertía en socia no solo de la sucursal sino de
toda la franquicia de restaurantes. Los leyó detenidamente, era
evidente que el abogado había seguido las instrucciones del
muchacho, no había una sola laguna donde alguien pudiera quitarle
la parte del restaurante una vez que ella los firmara.
Miró los papeles varios minutos
no se sentía merecedora de ese dinero, no quería deberle algo a
Anthony, sólo deseaba sentirse en paz consigo misma y sabía que si
los firmaba estaba atando su vida a Anthony y no era de la manera
en como le hubiera gustado que fuera. Por otro lado sería algo
tonto de su parte despreciar algo que en realidad como le había
dicho Anthony ella había ayudado a forjar, lo mismo había pasado
en su anterior trabajo, ella había levantado aquel otro
restaurante y al final se había ido con las manos vacías con la
preocupación por el dinero. Si firmaba no tendría que volver a
preocuparse por dinero nunca más en su vida. Definitivamente una
vez se la hacían pero no dos, así que tomó un bolígrafo y firmó
todos los papeles.
-
Ya esta
-
Digo no quiero ser
chismoso, ¿pero de que son esos papeles?
-
Te voy a decir, porque
creo que ahora voy a poder darte la oportunidad por la que
morirías.
-
¿Qué quieres decir?
-
Me acabo de transformar
en tu jefa…
-
Creo que ya eres mi jefa
– mencionó el muchacho.
-
Ah cierto – recapituló
Perla -, pero además de ser tu jefa ahora soy una de las dueñas
del restaurante.
-
¿Perdón?
-
Estas son las actas que
me convierten en accionista.
-
¿No estas bromeando?
-
No, por eso tenía que
tomarme unos días… pero gracias por venir y ayudarme a ponerme en
perspectiva…
-
¿Entonces es cierto tú y
el jefe son novios o amantes?
-
¿Es que no sabes que esta
a punto de casarse?
-
La verdad no sabemos
mucho de él en estos días… poco se le ha visto.
-
Anthony va a casarse con
su novia de muchos años – dijo Perla con mucho dolor en su corazón
– él y yo somos amigos, nada más, él cree que hice que el
restaurante fuera un éxito.
-
No es una creencia – le
interrumpió Tobías -, es una realidad, sin ti no habría sido tan
exitoso el restaurante.
-
¿Realmente lo crees?
-
Claro, y no solo yo,
todos allí lo creen, debes aprender a aceptar los cumplidos… y no
solo eso, tienes que estar consciente de lo que vales…
Perla se conmovió con las
palabras de Tobías, toda su vida se había sentido menos que el
resto, había llegado lejos en su trabajo porque era dedicada,
porque le gustaba hacer las cosas bien, pero jamás pensó que algún
día alguien le reconocería su esfuerzo.
-
Bueno, supongo que tendré
que aprender como dices… y pues mientras lo hago, mi primera
decisión será llevarte conmigo a Italia… ¿te parece?
-
¿Me vas a llevar a Italia
contigo?
-
Claro, no quiero que
mueras deseándolo.
-
Muchas gracias jefecita
-
Llévale estos documentos
a Anthony, y pues ve preparándote para irnos de viaje.
12. Cada final trae un nuevo
comienzo.
Perla no volvió al “White roses
restaurant”, después de haber firmado los papeles, organizó todo
rápidamente para irse a Italia. Tobías se había encargado de
llevarle el resto de la documentación necesaria. De esa manera
ella había evitado hablar con Anthony.
El sábado que ella estaba
tomando junto a Tobías el vuelo hacía Italia era el día que
Anthony contraería matrimonio. Perla había decidido no pensar más
en eso, al menos estaba sacando algo bueno esta vez. Un viaje a
Italia y dinero suficiente para no volver a preocuparse el resto
de su vida.
La construcción del restaurante
que estaba ubicado en Venecia, estaba a punto de terminar, Perla
adoraba salir a pasear por la antigua ciudad, amaba sus canales y
las góndolas, aunque su casa estaba lejos de la laguna ella iba
todos los días a ver como iban los avances del restaurante.
En menos de un mes todo estuvo
listo para la apertura, a la que no pudo asistir Anthony y solo
acudieron sus primos Archie y Stear, quienes le dieron la promesa
a Perla que en poco tiempo llegaría un administrador para ayudarle
con el trabajo del restaurante.
Ese poco tiempo se transformó en
dos meses, en ese tiempo el restaurante iba ganando fama y Perla
se sentía muy satisfecha, ya que había conseguido relacionarse con
un viejo chef que había accedido a enseñarle trucos aprendidos
durante su larga trayectoria. Tobías se había hecho cargo de la
cocina. Así que el día que le avisaron que llegaría gente de
América para verla le sorprendió un poco.
-
Según lo que me
comentaron de Chicago, viene el jefe con el administrador.
-
¿Estas seguro? –
le preguntó a Tobías -, ¿crees que hace falta?
-
Mira, deberías
estar feliz te van a quitar trabajo de encima, has estado
trabajando sin descanso en estos meses, creo que tener a alguien
en quien delegar es siempre una buena idea.
-
Pues esperaremos.
Perla no se sentía ya mal, si
bien decían que el tiempo lo cura todo, en este caso no sólo había
sido el tiempo sino también el trabajo. Así que al día siguiente
en que volvería a ver a Anthony no se sentía tan ansiosa como lo
hubiera estado meses atrás.
Se levantó temprano y fue al
mercado antes de llegar al restaurante, si algo le gustaba era
escoger ella misma la fruta y verdura. Lo hizo más rápido que pudo
y después se dirigió al restaurante. Desde que iba llegando vio a
lo lejos la silueta de Anthony. Ella suspiró con cierta tristeza,
pero dibujo una sonrisa en su cara.
-
Buenos días – saludó
Perla quien iba cargada de varias bolsas.
-
Hola Perla –
Anthony le devolvió el saludo con una amplia sonrisa – déjame
ayudarte.
-
No te preocupes no
están pesadas, las cosas pesadas me las traen a domicilio – le
contestó al tiempo que colocaba la llave electrónica y presionaba
la contraseña en la cerradura de la puerta del restaurante -,
pasa, te va a gustar como quedó todo.
Perla se sentía muy cómoda, en
cierta forma le agradaba no estar nerviosa y poder hablar con
Anthony cómo solía hacerlo. Dejó las bolsas sobre una de las
mesas.
-
¿cómo has estado? –
preguntó Perla.
-
Debes estar enojada
conmigo ¿verdad? – dijo Anthony.
-
¿Por qué lo dices?
-
Fui desconsiderado
contigo, durante mucho tiempo estuvimos conviviendo y de repente
ni siquiera me aparecía por el restaurante…
-
Entiendo – dijo ella –
encontraste lo que siempre habías deseado, yo también me habría
olvidado de los demás.
-
Ya ves… me olvide de ti –
el chico hizo un mohín de disgusto -, lo merezco, de verdad
merezco el reclamo.
-
No es un reclamo –
mencionó Perla -, sería incapaz de hacer uno después de lo
generoso que has sido conmigo.
-
Generoso, ¿así es como me
ves? Si yo entiendo, es como si hubiera comprado tu perdón con
dinero ¿verdad?
-
No digas tonterías –
Perla no pudo evitar sonreír.
-
En fin, ahora estoy aquí
para enmendar mis errores.
-
¿Es que vas a quedarte en
Italia?
-
No, no puedo, tengo en
mente otras sucursales y tengo que ir a ver terrenos…
-
¿Aquí en Italia?
-
Realmente en otras partes
de Europa, de hecho en Londres. ¿Qué piensas de eso?
-
Que sólo puedo estar en
un lugar a la vez.
-
Sí lo sé, por eso pensaba
ofrecerle ese trabajo a Tobías ¿crees que acepte?
-
Seguramente moriría por
una oportunidad como esa – Perla sonrió pensando en su subalterno
quien se había convertido en un muy buen amigo de ella.
-
Hiciste algo estupendo a
notar lo que yo no, lo trajiste para acá, y yo ni siquiera le di
la oportunidad, como siempre piensas en los demás…
Perla iba a abrir la boca para
refutarle a Anthony y decirle que no era cierto, pero había
aprendido a aceptar los cumplidos, y era cierto, ella solía pensar
en los demás antes que en si misma, que aunque durante mucho
tiempo le había resultado contraproducente, se había dado cuenta
de que ahora era algo que le ayudaba en su vida diaria.
-
Has hecho maravillas con
este restaurante… en fin, lamento no haberte tenido conmigo el día
de mi boda – dijo Anthony -, cuando me di cuenta de que no estabas
allí, recordé que nunca te invite… soy odioso, lo admito, ¿cómo
pude olvidar a mi mejor amiga?
-
No lo sé – Perla sonrió
pensando en que era lo mejor que podía haber sucedido, realmente
nunca deseó ir a tal ceremonia.
-
En fin, algún día podrás
conocer a toda mi familia, una vez al año suelen venir a Europa,
así que encontraré la manera en que los conozcas.
-
Será cuando tenga que
suceder.
-
Palabras sabias – dijo
Anthony -, tengo que irme mi vuelo no tarda en salir, después de
ver terrenos regresaré para visitarte de nuevo, y ¡Ah! Allí esta
el administrador, me despediré de él, en unos minutos entrará…Te
veo pronto Perla.
Perla miró con nostalgia la
espalda de Anthony que se alejaba, las cosas con él no habían
resultado como en sus sueños, le estaba diciendo adiós a lo que
pudo ser, aún así sabía que en él tenía a un buen amigo, y que con
el tiempo ya no sentiría esa nostalgia. Lo vio hablar con alguien
fuera del restaurante. Perla tomó las bolsas de las compras y las
llevó a la cocina. Cuando salió Anthony ya se había ido.
No obstante vio a un muchacho
alto que miraba con interés unos cuadros que estaba colocados en
una de las paredes del restaurante.
-
Hola – dijo en voz alta.
El muchacho giró su cabeza y le
mostró una sonrisa perfecta a Perla.
-
Perdón, me dijo Anthony
que estabas dentro, y pensé que era mejor esperarte aquí que
entrar a la cocina.
-
Esta bien – Perla sonrió
– Soy Per…
-
Perla ya lo sé. La master
chef – el muchacho no dejaba de sonreír – yo soy Mathew, pero
puedes llamarme Matt.
-
Pues bienvenido Matt,
espero que te guste Italia.
-
Ya me está gustando mucho
– Matt dijo eso mirando sugestivamente a Perla, lo que hizo que
ella se sonrojara.
Y pues aunque Perla apenas
acababa de decir adiós a alguien a quien había querido mucho,
sintió que su corazón palpitó con fuerza. Era cierto lo que decían
por allí “Cuando se cierra una puerta se abre una ventana”.
Siempre el fin de algo era el comienzo de otra cosa, que en este
caso, podría augurar sería mejor para ella. Después de todo, ahora
sabía que merecía eso y más. Ella valía mucho tanto o más que la
joya que llevaba su nombre.
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